Un nucleido radiactivo o radionucleido es un nucleido inestable y que por lo tanto, degenera emitiendo radiaciones ionizantes.
Cuando un radionucleido emite radiactividad alcanza un estado más estable, que requiere menos energía que antes y, en general, se transforma en otro nucleido diferente (o bien en el mismo, pero menos excitado, si ha emitido radiactividad gamma), que puede ser también radiactivo o no ser radiactivo.
Este proceso radiactivo ocurre en principio de manera espontánea, pero el ser humano ha aprendido a provocarlo de manera artificial. En ambos casos la radiactividad resultante tiene exactamente las mismas características.
¿Cómo es un radionucleido?
Los radionucleidos se caracterizan por tener una vida media finita, que puede ir desde pequeñas fracciones de segundo a miles de años. De hecho, algunos de ellos tienen una semivida tan larga que aún no se ha podido cuantificar experimentalmente. Incluso los hay que se habían considerado, y para ciertas aplicaciones prácticas, estables.
De los nucleidos conocidos actualmente hay noventa teóricamente estables y doscientos cincuenta y cinco a los que no se les ha observado desintegrarse.
Por otra parte, hay casi el doble, unos seiscientos cincuenta, a los que si se les ha observado radioactividad y que tienen una vida media de al menos una hora.
En la Tierra se conocen unos tres mil radionucleidos de vida media superior a una hora, la mayor parte de los cuales (cerca de un 90%) son producidos por los humanos, unos dos mil cuatrocientos de vida media inferior a una hora y aún otros tan inestables que su vida media es cortísima.
Uso y aplicaciones de los radionucleidos
Los radionucleidos se aplican a la tecnología de la energía nuclear para obtener energía eléctrica, en la industria (controles de calidad, etc.), la medicina nuclear (radioterapia, etc.) y para armamento nuclear (básicamente a la propulsión de vehículos y herramientas para matar).
La utilización de radionucleido implica graves riesgos ambientales (contaminación radiactiva) y de salud (radiotoxicidad, envenenamiento por radiaciones, etc.).
Los radionucleidos de origen natural, como el uranio o el plutonio, existen en cantidades finitas en la Tierra, por eso hay que usarlos de una manera sostenible. Por otra parte, su uso genera residuos radiactivos, que pueden ser muy peligrosos. Actualmente, el único tratamiento que se suele hacer es cubrirlos hasta que su radiactividad sea cercana a la natural.
Los posibles tratamientos para los que tardarían más de una treintena de años en hacerlo (todo el combustible nuclear gastado de las centrales nucleares y para fines militares, por ejemplo) aún se encuentran en fase de teoría, investigación o experimentación.
Peligros y efectos sobre la salud humana
La presencia de radionucleidos en nuestro entorno plantea riesgos sustanciales para la salud humana, destacando diversas amenazas que merecen nuestra atención:
- Radiación interna: A diferencia de la radiación externa, la exposición a radionucleidos implica la radiación desde dentro del cuerpo. Este tipo de radiación interna puede afectar directamente a los órganos internos, aumentando significativamente el riesgo de enfermedades como el cáncer.
- Acumulación en órganos: Muchos radionucleidos comparten similitudes químicas con los elementos esenciales para el cuerpo humano. Como resultado, el organismo los absorbe y acumula en órganos específicos, donde continúan emitiendo radiación a lo largo del tiempo. Esta acumulación prolongada puede provocar daños irreparables en los tejidos.
- Ingesta a través de los alimentos: La principal vía de entrada de radionucleidos en el cuerpo humano es la ingesta de alimentos contaminados. Elementos como cesio-137 y estroncio-90, con largas vidas medias, persisten en la cadena alimentaria, representando un peligro constante para quienes consumen productos contaminados.
- Enfermedades genéticas: La radiación ionizante generada por radionucleidos puede dañar el material genético en las células, aumentando el riesgo de mutaciones y enfermedades genéticas. Este peligro se extiende a las generaciones futuras, creando preocupaciones a largo plazo sobre la salud hereditaria.
Peligros de los radionucleidos en alimentos
Se ha evidenciado que los riesgos asociados con la ingesta de alimentos que exceden los límites permitidos de radionucleidos superan, en muchos casos, los efectos de la radiación externa. Cuando la fuente de radiación reside dentro del cuerpo, impacta directamente en los órganos internos, lo que significa que incluso una pequeña dosis puede desencadenar consecuencias significativas para la salud.
La mayoría de los radionucleidos comparten propiedades químicas similares con los elementos constituyentes del cuerpo humano. En consecuencia, el organismo humano los asimila, confundiéndolos con los elementos necesarios, y los retiene en los órganos correspondientes. Una vez alojados en estos órganos, los radionúclidos continúan emitiendo radiación, volviéndose imposible para la persona protegerse de esta exposición.
La principal vía de entrada de radionucleidos en el cuerpo humano es a través de los alimentos, un fenómeno que ha mantenido su relevancia a lo largo de décadas. Esto se atribuye al hecho de que radionucleidos de vida prolongada, como cesio-137 y estroncio-90, los cuales son especialmente peligrosos, contaminan los alimentos. Debido a su extensa vida media, alrededor de 30 años, estos elementos conservan su actividad a lo largo del tiempo, integrándose persistentemente en la cadena alimentaria.